2005/07/01

Ni el cielo, ni el infierno

Desde hace unos días, viene moviéndose el avispero sin descanso. Para quienes estamos cerca de la vida cotidiana de Buenos Aires, -se sabe que esto no implica estar cerca de la vida cultural Argentina, ya que solo afecta a un núcleo- nos hemos visto alterados por una seguidilla de hechos, dignos de analizar y leer entre líneas. Todo comenzó, cuando el artista plástico León Ferrari, tuvo en suerte y a su turno, abrir su muestra en el Centro cultural Recoleta. Como se sabe, este centro publico y popular, del estado de la ciudad, es visitado constantemente por miles de personas los fines de semana, hasta 15.000 y mas, esto es su publico habitual. León Ferrari de repercusión global, ya había presentado parte de su obra en espacios internacionales, pero en ningún caso con tipo de repercusión. El centro cultural originalmente es un predio que formaba parte del mismo dominio y compartía el predio con la conocida Iglesia del Pilar, hito histórico, patrimonial e icono de historias varias en la vida social y política de Argentina. Todo comenzó cuando una humilde señora, auxiliar de la iglesia, entro casualmente al centro y vio las imágenes de Ferrari. Regreso espantada y llorosa a la iglesia y narro al párroco lo que había visto. Imágenes y collage donde se relacionaba la vida política de Hitler con la ultima dictadura militar Argentina, pero lo que mas le afecto, fueron las imágenes donde según describía ella se insultaba a las imágenes religiosas, al Papa y demás iconografía sagrada. Al poco tiempo comenzaron las marchas de defensores de los derechos humanos de ambos lados, fanáticos religiosos y artistas varios. Mientras esto sucedía, en otro centro cultural de Bs. As. El San Martín, otros militantes religiosos se agrupaban para rezar el rosario frente a las caras de militantes varios de derechos al aborto, en defensa de una señora que a bordo de un buque holandés, prometía llegar y salvar a tantas humildes mujeres de estas tierras que sufrían por ser discriminadas en sus derechos a decidir sobre su concepción. Así siguieron, marchas y contramarchas en Córdoba y otras ciudades. Estamos todos los días saltando, entre denuncias y contradenuncias, destapes y descubrimientos. Lo cierto es que confusión es cada vez mas “clara”, quiero decir que al ver las luchas y los bandos en pugna, son cada vez mas claros los intereses en juego. En el fondo, ninguno de los bandos incluidos allí, personajes supuestamente tan encumbrados e intelectuales, obispos, artistas, periodistas y empresarios, dedicaron parte de su valioso tiempo a indagar y analizar que proponía el otro. En profundidad creo que no indagaron cual era la propuesta del "enemigo" sino la cuestión era reaccionar y rápido ya que los medios se van rápido del escenario, a cubrir notas sobre dos rutilantes estrellitas que están saliendo y tiene amoríos. Mientras este vértigo precipita los hechos, ambos bandos tienen que apurarse, ya que sino unos deberán explicar (los empresarios) el país que nos dejaron o la nunca bien explicada etapa de la cúpula eclesial acerca de como convivía con la dictadura militar. Por otro lado la "progresista" intelectualidad porteña, analizando y explicando por fin, porque la historia los encuentra siempre navegando en aguas tan distantes del pueblo. “Alpargatas si , libros no” rezaba el mal recordado graffiti, sin llegar a entender, que a este divorcio se refería. En realidad, es inevitable mi recuerdo aquí en una semana santa de hace por lo menos 50 años, ambos sectores hoy enfrentados caminaban en procesión juntos (porque era semana santa) y de la mano rezando el rosario, la sociedad privilegiada y la vanguardia intelectual. El pueblo ajeno a esto se sigue preguntando: “porque luchan si yo todavía no me entere de que se trata la cosa, como se pueden estar peleando, en un reducto tan lejano a mi provincia, de algo que ni siquiera me explicaron. Porque dicen que es tan importante, si ni siquiera hay una galería de arte en mi pueblo, ni podré ir a ver esas pinturas”. En resumen, el artista Ferrari tiene derechos a mostrar su arte, pero no a insultar a un humilde hombre que con mucha fe, lleva en su pecho unas imagen religiosa. Un militante de la fe tiene derecho a expresarse, para lo cual evitara ver la muestra pero no ayudando a esconder oscuras cuestiones y ambos sectores, dejaran una vez de lado sus caprichos y privilegios de sector, para ver como hacen para juntos, poner en manos del verdadero pueblo, la cultura y las herramientas de su destino.